El increíble viaje de los ciborgs franceses con cabeza de lata de tomates

Año 2.019. En un conocido país del continente asiático conviven los jóvenes talentos en materia tecnológica adquiriendo conocimientos y desarrollando sus facultades en el "Grupo de excelencia de desarrollo tecnológico". Allí, las mentes más brillantes de toda una generación llevan a cabo misiones y proyectos que les son encomendados por los servicios secretos.

Bueno... Las mentes más brillantes, y por enchufe los hijos de personas influyentes a los que no se sabía donde colocar, reunidos en el subgrupo "VIP".

- Pásame la botella, Sergei. Que se te van a quemar las tripas.

- Un segundo, ¡Hip! , que estoy acoplando el cable de alimentación en el mecanismo central, ¡Hip! , de movimientos.

Los componentes de este subgrupo recibían encargos de muy escasa importancia. El último de ellos era el "Plan paella". Dicho plan tenía como misión evitar que a sus conciudadanos y personas de países afines fuesen engañados en sus viajes turísticos por occidente , especialmente en la parte sur de Europa. Todo esto, por medio de ciborgs fabricados con los desarrollos en materia de sostenibilidad medioambiental. Debían ser autónomos y autorecargables.

Increíblemente, aquellos dos mastuerzos lograron emular de forma precisa la anatomía del ser humano.

- Vitali, ¡Hip! , me da en la nariz que dada la importancia de este proyecto, por fin lograremos el reconocimiento que merecemos.

- ¡Brindo por ello!

Solamente les faltaba por montar las cabezas.

- Sergei, maldito desordenado, ¿Dónde demonios pusiste las cabezas?

- ¡Hip! Tuve que venderlas para pagar unas deudas.

- ¿Pero acaso estás loco?

- ¡Me jurraron que aquel caballo llegaría el primero!

- ¡Juraron!

- ¡Jurraron!

- ¡Juraron!

- ¡Jurraaaaron!

¡PLAS! ¡PLAS! (Vitali abofeteó a Sergei).

- ¡Podrían acusarnos de traición!

- ¡Hip! Las vendí para decorrasión

¡PLAS! ¡PLAS!

- ¿ Tuviste bastante? O quieres más...

- ¡Me jurraron!

A Sergei los guantazos le sirvieron de RESET y volvió a pronunciar correctamente las erres. En un ataque de genialidad, demostrando que estaba allí por algo y como al mediodía habían cocinado carne con tomate echó mano de las latas vacías, les colocó el cerebro robótico, los ojos biónicos, y la boca de leds.
Los miró, notó que les faltaba algo y remató la faena con su natural "perfeccionismo" soldándoles como orejas las asas de dos cazuelas.

Acopló las cabezas en los cuerpos. Para que no desentonasen demasiado en la zona a la que iban a acudir decidió pintarles unos bigotitos con un pincel fino, los vistió con un jersey de rayas horizontales y les colocó una boina.

- ¡Hala! Franceses.

Para que fuesen aún más creíbles los programó para que odiasen las fresas. También les modificó el idioma nativo por otro algo más cutre.

Los presentó ante Vitali y esté comenzó a tirarse de los pelos. Esa misma noche les marcaron las coordenadas a seguir y estos partieron.

Con sus pies con mecanismo de oruga y algún que otro "extra" sortearon los obstáculos y en poco tiempo alcanzaron su destino. Estaban preparados para funcionar las 24 horas del día gracias a las baterías de ultimísima generación con las que estaban equipados que se recargaban con energía solar de día y por la energía cinética de sus propios movimientos por la noche.

Alcanzaron a la ciudad costera a la que estaban destinados. Se internaron en una ancha calle que se diferenciaba de las demás porque allí había lujosos edificios y tíos con barba en camisa de cuadros montando en bicicleta.

Entraron en un restaurante que se llamaba "La Boheme".

Como eran franceses, el "maitre" les indicó que había una mesa libre. Ellos lo desconocían, pero en aquel local se reunían la flor y nata de la "modernez" y el arte que se movía por la zona. Algunos genios e innovadores, otros mamarrachos de medio pelo. Convivían todos en el ámbito de la transgresión.

Pidieron el "Menú pintoresco de degustación" que constaba de cinco platos y el postre. No llegaron a "degustarlo" pues un tipo con gafas redondas y perilla tintada de rubio platino se puso a hablar con ellos.

- Disculpen que les moleste. ¿Son nuevos por aquí? No me suena haberles visto antes.

- Oui, ¡Bip!

- ¡AH! Franceses. Seguro que vinieron a visitar la exposición de arte galo que hacemos esta semana. Me encanta su look, "New age". (Los ciborgs se miraron uno al otro). Nosotros vamos a acudir a una exposición que se hace en Nueva York. Allí se mostrarán las más famosas obras de quien para nosotros es el Dios del arte. Nos desplazaremos hasta allí en el primer vuelo del "Jet-Water 2019 ONE" el primer avión que funciona mediante vapor de agua. Ahora mismo están inaugurándolo en el aeropuerto las más altas instancias.

- ¡OH! ¡Bip!

- Sí, el viaje es para gente VIP pero casualmente sobran dos plazas y como ustedes son de nuestra cuerda, tenemos el gusto de invitarles. ( Les agarró del brazo y los sacó del local). Rápido solo faltan  treinta minutos para el despegue.

Llegaron al aeropuerto, montaron en el Jet y tras unas horas llegaron a la gran ciudad.

Un bus los trasladó por el centro hasta un enorme museo. Las colas eran larguísimas y tuvieron que esperar bastante. En la entrada, la foto de un señor delgado con gafas y el cabello blanco. Sería ese señor el Dios del que tanto hablaban.

Dentro de la exposición, todos los asistentes admiraban los coloridos cuadros. Pero a los ciborgs ninguno de ellos les decía nada. Sus acompañantes, muy fanáticos de aquel autor, los miraban con extrañeza. Pero justo frente a un cuadro que estaba algo apartado de los demás, estos se arrodillaron a la vez abrazándose. El conjunto de artistas que les rodeaba comenzaron a aplaudir reconociéndoles el buen gusto, mientras los ciborgs se decían llorando uno al otro:

- Est la grand-mère ¡Bip!

- Est la grand-mère ¡Bip!

Ese cuadro, nada más y nada menos, era aquel tan famoso de la lata de sopa de tomate.






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